viernes, 17 de septiembre de 2010

Amor y eutanasia


"Tienes toda la vida por delante", le dice el doctor Katz a Momo cuando Madame Rose, su madre adoptiva, interpretada por Concha Velasco, empieza a perder el control de sí, por una esclerosis cerebral. Romain Gary, judío francés nacido en Lituania, aviador, diplomático, novelista y marido de la actriz Jean Seberg, concibió su novela La vida por delante como un desquite: dos décadas después de recibir el Premio Goncourt, la crítica lo trataba como a alguien de quien nada nuevo puede esperarse.

Gary envió su novela a la editorial Gallimard bajo el seudónimo de Émile Ajar, para el que inventó la identidad de un médico abortista argelino huido a Brasil, y la crítica saludó el advenimiento de un autor novel extraordinario: ganó el Goncourt de 1975. Lejos de temer que se descubriera el pastel, Gary contrató a porcentaje de ventas a su sobrino Paul Pavlowitch para que encarnara al quimérico Ajar en entrevistas y ruedas de prensa. Pavlowitch imprimió a su personaje maneras de artista genial y Gary continuó su carrera literaria por partida doble, hasta que, agotado y convencido de que uno es dueño de su vida, se suicidó, un año después de Jean Seberg.

La vida por delante, adaptada al teatro por Xavier Jaillard, habla con sensibilidad de educación, tolerancia, amor y eutanasia a través de una relación de pupilaje maternofilial entre una ex prostituta judía y el hijo de una mujer árabe. Jaillard convierte el extenso monólogo original en un tour de force entre una actriz veterana y un joven actor. El papel de Madame Rose, mujer corpulenta interpretada antes por Simone Signoret y Myriam Boyer, ha obligado a Concha Velasco a engordar y a caracterizarse de tal modo que una espectadora de a diario, a los 10 minutos de comenzar su actuación aún preguntaba incrédula: "¿Es ella?". La Velasco derrocha humanidad y fuerza, aunque, bien conservada como está, tiene que hacer un alarde de composición. En su trabajo, tierno, divertido y emocionante en los momentos cumbre, hay ciertas concesiones humorísticas al público del teatro de La Latina.

La otra pata de la función y su hallazgo es el jovencísimo actor Rubên de Eguia, que crea una prosodia y un lenguaje corporal descoyuntados, idóneos para ese chico meteco aclimatado en París que suelta sentencias impropias de su edad y frases donde el error de construcción se convierte en hallazgo: "Tiene el sistema cada vez más nervioso", dice de Madame Rose, acentuando las palabras donde no corresponde, separando sílabas y llevándose las "erres" al paladar. Su escucha atenta y su reactividad obligan a repartir la atención entre la Velasco y él. El director José María Pou crea un buen ritmo interno y entre todos, consiguen algunos momentos de emoción verdadera.

EL PAÍS

LA RAZÓN

No hay comentarios:

Publicar un comentario