lunes, 16 de abril de 2012

Regreso de Yo lo que quiero es bailar



Habla con 'La Verdad' a toda velocidad de rayo, con esa hermosa voz suya que no tiene edad y, al mismo tiempo, las tiene todas. Habla como ella suele decir: a corazón -herido- abierto. El próximo domingo, Concha Velasco regresará a Murcia, en esta ocasión y por vez primera al Auditorio Víctor Villegas, para protagonizar -a las 19.00 horas-, un espectáculo en el que canta, cuenta, seduce, baila, emociona, hace reír y se deja en escena la piel y esas -dos- piernas suyas que han hecho historia. 'Concha. Yo lo que quiero es bailar' se llama este montaje especial, dirigido por José María Pou y en el que está acompañada por cuatro músicos. La estrella no se apaga.
-Dice usted que le horroriza la palabra 'sobrevivir'. ¿Por qué?
-Hay tres palabras cuyo significado a mí me horroriza, que son: sobrevivir, sacrificio y resignación; yo las quitaría del diccionario. 'Estoy sobreviviendo', me dijo el otro día una amiga, y yo exclamé: '¡Qué horror!' Qué horrible palabra cuyo significado no deberíamos permitir. Hay que vivir, no que sobrevivir.
-Habrá que hacer lo que se pueda, ¿no? Muchísima gente lo está pasando fatal.
-Están las cosas mal, sí, en todos los aspectos. Pero yo, aunque también cuando me pongo negativa me pongo muy negativa, lo más normal es que tienda a ser positiva, a no aceptar las derrotas así como así. Pero es cierto, las cosas están mal..., ¡y lo que nos espera!
-¿Qué nos espera?
-Pues mire, porque creo que las grandes multinacionales, que son las que dominan el mundo, están preparando otra guerra para vender botas de camuflaje, sí, sí, ¡para hacer todo el negocio que puedan! Hice una apuesta con un amigo al que le dije: «Antes de agosto, hay guerra en Irán».
-¿Y qué le dijo él?
-Yo estaba hecha una furia, porque en este país la política está haciendo que todos nos pongamos muy nerviosos, incluso que nos enfademos tontamente unos con otros, incluso entre las propias familias, cosa que hacía mucho tiempo que no pasaba en España, ¡gracias a Dios! Y hablando de todo un poco, le comenté eso: 'Antes del mes de agosto, EE UU ha declarado la guerra a Irán'. '¡Qué exagerada eres!', me dijo él. ¿Exagerada? A ver si no es verdad que el dinero ha movido siempre todas la guerras y que, como le decía antes, en el mundo mandan las multinacionales, que para sus fines se aprovechan de las ideologías políticas y de las creencias religiosas.
-¿Se sigue usted definiendo como una mujer de izquierdas?
-¡Pues sí! Y ya sé que ahora hay mucha gente que prefiere no decir que es de izquierdas, o muchos que dicen que las ideologías ya no existen o cosas por el estilo. Claro que existen y que cada uno puede tener la que quiera, ¡faltaba más! La mía es complicadísima, porque yo soy una mujer de izquierdas y creyente, que ésa es otra buena. A mí de vez en cuando me gusta ir a misa. Yo tengo la cultura de mis padres, ¡qué coño! Tengo enfrente de mi casa la Iglesia de los Dominicos, y no es que vaya todos los días, ni todos los domingos, pero alguna vez claro que me gusta ir a misa, y estar un rato en silencio en una iglesia, sí, sí. Lo que no me gusta es que en los sermones hablen de política, si lo hacen me levanto y me voy. Yo acompañaba a mi madre a misa hasta que murió; cuando murió me quedé con su misal y es uno de mis mayores tesoros. Yo sé que, alguna vez, hay gente que me mira como diciendo '¿esta roja qué hace aquí?'. Pero no me importa. No podemos olvidarnos de que yo soy ¡Santa Teresa! Algunas veces me acompaña uno de mis hijos.
-¿Cómo es su relación con ellos?
-Muy buena, pero no porque yo vaya por la vida de madre estupenda, sino porque tengo la suerte de tener dos hijos maravillosos que me ayudan y me acompañan. De hecho, si a veces me preocupan las consecuencias que puedan tener mis opiniones, porque sé que hay mucha gente que me critica por ejercer, en un país democrático, mi derecho a votar al partido que me dé la gana, no es por mí. Yo no tengo miedo a lo que me pueda pasar a mí a estas alturas en la vida, porque ya soy muy mayor y desde siempre he sido autosuficiente. Me he tenido que educar para ser valiente, porque desde muy niña trabajo, desde muy niña he tenido que ir de pensión en pensión, desde muy niña he tenido que ir superando mi claustrofobia y mi terror a la oscuridad. Miedo por mí no tengo ninguno, tengo miedo por si mis opiniones políticas pudieran perjudicar a mi familia, y ese miedo no lo había tenido nunca antes.
-¿Qué le mantiene tan activa a su edad, a pleno rendimiento?
-Yo sigo viviendo y trabajando por mi familia; si quiero vivir, no sobrevivir, es por ellos. Para mí, sobrevivir sería quedarme en mi casa y esperar la muerte. Y yo soy una mujer muy activa, muy luchadora y muy todo lo que tú quieras, pero cuando llegan los tormentos, también llegan pegando fuerte.
-¿Cómo lleva que lo normal sea que muchísima gente se dirija a usted llamándole 'querida Concha'?
-Me han pasado cosas muy buenas en la vida, esa es la verdad, y sentirme querida por muchísima gente es una de ellas. No sé si me lo merezco, pero desde luego lo agradezco porque soy una mujer agradecida.
-La vida, ¿cómo le va?
-En lo profesional, muy bien.
-¿Y en lo personal?
-Depende del día, aunque tengo que decirle que yo la esperanza nunca la he perdido. Si caigo en lo profundo del pozo, salgo de allí porque soy una mujer muy positiva, con mucho sentido del humor y con un carácter muy bien formado. ¿Sabe por qué? Porque a mí me han educado muy bien, incluso para afrontar los malos momentos, que los he tenido, ¡vamos, que he tenido muchos! ¿Sabe qué frase recuerdo que me decía mi madre?
-Pues ahora mismo...
-(Risas). «También esto pasará». Y es verdad, lo bueno y lo malo pasarán. Me contaba la historia de ese rey al que le iban muy mal las cosas y al que un día se le apareció el hada azul de Pinocho, que es mi heroína de ficción favorita. Anoche le puse yo 'Pinocho' a mi nieto, y mientras él se quedaba durmiendo con el chupete, yo lloraba cada vez que aparecía el hada azul y le decía al niño todo eso de... 'tienes que saber qué es lo bueno y qué es lo malo'. Mi madre decía que a ese rey se le aparece el hada azul de Pinocho y le dice que ponga un cartel en la cabecera de su cama, para que cuando se levante lo vea, en el que se podía leer: «También esto pasará».
-¿Dónde encuentra consuelo?
-En mi familia. Sobre todo, en mi hermano Manolo, que es un cielo. Mi hermano es mi mejor compañero, amigo y consejero. Estuvimos sin hablarnos cuatro años, por una bobada de la que ya casi ni me acuerdo, pero que seguro que tendría que ver con este carácter mío que no es tan bondadoso como el suyo, ni mucho menos; yo siempre lo digo, soy rencorosa, aunque no vengativa porque la venganza es una pérdida de tiempo muy grande. Yo me refugio mucho en mi hermano. A mis hijos no les quiero dar la lata, porque aunque son buenísimos, tienen su vida. Así es que mi hermano ha sido el confidente de mis mayores pecados, que también los tengo. Es un poco mi conciencia, mi 'Pepito Grillo'.
-¿Vive como quiere?
-No lo sé, de verdad que no sé qué decirle. Yo siempre he sido una persona corriendo detrás de alguien o de algo, siempre he estado corriendo detrás de alguien: de un empresario para que me contrate, de un hombre para que me ame...; soy una mujer, ¡porque claro que hay diferencias entre las mujeres y los hombres!, que siempre está corriendo detrás de alguien, sí.
-Ahora ya no correrá tanto, me imagino.
-Bueno, no crea que he dejado de correr del todo, porque tengo que seguir trabajando. Yo pago a Hacienda -¡Hacienda somos todos!-, el 58% de lo que gano, y si no lo pago como es debido no me pagan a mí por mi trabajo. Si yo dejara de trabajar, después de una larga vida ya a mis espaldas sin parar de hacerlo, a mí de jubilación me quedaría poquísimo. Y he tenido que pagar muchas deudas, pero no se las voy a detallar todas para que no se deprima. ¡Bueno, para no deprimirme yo tampoco!
-Decía que también corría para ser amada. ¿Sigue usted haciéndolo?
-¡De amor no quiero saber nada de nada! Por dos razones: una más divertida y otra nada divertida. La primera: los hombres de mi edad son muy viejos, lógicamente, y a mí los que me gustan son los jóvenes, ¡Brad Pitt, nos ha jodío mayo! Pero a esos no les gusto yo porque, también lógicamente, su naturaleza les pide a ¡Angelina Jolie, otra vez nos ha jodío mayo! Y luego está la segunda parte, que tiene que ver con Paco Marsó y con lo tocada que me dejó nuestra relación. El pobre Marsó, que en paz descanse, al que yo ahora reivindico mucho como empresario porque creo que mis mejores trabajos en el teatro se los debo a él, hizo algo que me ha dejado traumatizada de por vida: contar públicamente que no me quería. Me he quedado traumatizada, ésa es la verdad. A veces veo fotos mías, por ejemplo ahora he vuelto a ver algunas con motivo de la muerte de mi querido Paco Valladares, y mirando algunas decía: '¡Qué tipazo tenía, qué guapa, qué bien!'. Y al mismo tiempo me acordaba de que ya por entonces Paco Marsó me estuvo poniendo los cuernos. En fin, he llegado a la conclusión de que a los hombres les gustan más las prostitutas que las esposas porque las prostitutas los escuchan y nosotras no, nosotras vamos muchas veces con prisas y nos decimos a nosotras mismas: 'Ahora va a venir este a contarme cómo es de maravilloso y cómo la tiene de grande, ¡venga hombre!'. Pero como empresario, Marsó era maravilloso. Ahí están 'Mamá, quiero ser artista', cuya gira, que fue un éxito clamoroso, terminamos en el Romea de Murcia; 'La rosa tatuada', que estrenamos también en el Romea con unas colas larguísimas de público que quería ver la función... Yo le decía, 'Paco, quiero hacer esto', y él se ponía en marcha inmediatamente para hacer realidad mi deseo, aunque luego... ¡ya no volvía a aparecer por casa!
Buenos recuerdos
-¿Ha logrado estar en paz?
-No estoy en paz, no, no lo estoy. Solo me quedo en paz cuando estoy con mi nieto Samuel, me encanta ser abuela. A mí me gusta mucho la vida, y lo he querido todo: ser actriz, ser madre, se abuela, ¡siempre he querido ser abuela! Yo, de la vida, lo quiero todo. Hay mujeres que no quieren ser madres, y yo lo respeto, pero no lo entiendo. Yo he querido ser madre y he querido ser abuela, y en el único momento en el que estoy en paz es cuando tengo cogida la mano de Samuel. No estoy en paz, no lo estoy. Y tampoco me agoto aunque trabaje mucho, porque mira que esta obra, 'Concha. Yo lo que quiero es bailar', es durísima. Ya no bebo, que he bebido, ni fumo. ¿Quién me para a mí? ¡Si me levanto algunos días a las cuatro y media de la mañana y ya no paro!
Está Concha Velasco expectante por ver cómo la recibirá el público de Murcia, «al que tanto quiero», después de varios años sin actuar en esta ciudad por encontrarse el Teatro Romea cerrado. «Yo al Romea lo llamo mi querido Teatro Romea, porque allí el público siempre se ha volcado conmigo y guardo muy buenos recuerdos. Siempre que he ido con una obra dirigida por Ángel Fernández Montesinos, que es murciano, ha sido muy emocionante». La última vez que actuó en el Romea fue en abril de 2006, con 'Filomena Marturano', de Eduardo de Filippo; otro de sus grandes éxitos. Y siente no haber podido representar en Murcia una función que ha sido muy especial para ella, 'La vida por delante', en la que interpretaba a una prostituta inolvidable, Madame Rosa. Un personaje que le ha dejado huella por su tremenda humanidad.
Lo decía orgullosa en escena Madame Rosa, la conmovedora exprostituta judía ya vieja y enferma a la que inyectaba pura vida en las venas gastadas Concha Velasco, al recordar sus tiempos de esplendor profesional: «Yo gustaba mucho». Y lo decía en un momento de la obra, con la que agotó hasta la última entrada de los teatros a los que llegaba con categoría de estrella, en el que se le iluminaba la cara desde el interior, dejando bien visibles unos todavía hoy deslumbrantes ojos, capaces con toda seguridad de abrirse camino en la oscuridad misma de las almas. «Yo gustaba mucho», repetía Madame Rosa con indisimulado orgullo de raza, pero no lo podría decir hoy, sin mentir en parte, la actriz que la interpretaba, una Concha Velasco que siempre ha gustado mucho y que actualmente sigue gustando mucho, y que está claro que hasta que ella quiera seguirá, sin rodeos, ni medias tintas, ni falsas palabrerías, ni demás zarandajas, gustando mucho.
Goza del éxito la actriz. Un éxito que se ha ganado en muchos frentes: en 'Cine de barrio' es un éxito; acude a un programa de corazón, y arrasa; anuncia en televisión una triste escoba, y arrasa; protagoniza una serie de televisión y arrasa; se mete en la piel de una vieja exprostituta judía que desnuda en escena su cuerpo y su alma, y arrasa; ¡joder con la Velasco!
'La vida por delante' fue también, al igual que ahora lo es 'Concha. Yo lo que quiero es bailar', una producción de Focus. Por primera vez en muchos años se subió al escenario sin el apoyo de Paco Marsó, su exmarido, su cielo y su infierno. Pase lo que pase, la actriz reconoce que su carrera no hubiera sido la misma sin él: «Ni Concha Velasco hubiera sido la misma sin él, entre otras cosas porque, por encima de todo, nuestros dos hijos son maravillosos, y ellos han sido lo más importante que he hecho en toda mi vida, ni mi carrera tampoco, como ya le decía antes. Decir lo contrario sería injusto, y yo hace muchos años que me empeño en no ser injusta».
Piensa en la retirada y se pone triste, piensa en la retirada y sonríe, está hecha un maravilloso lío porque el escenario le sigue dando la vida, pero el cuerpo ya está dejando de estar para tantos trotes. Frente a sí misma, repasa los personajes con los que se ha recorrido todo el país cosechando aplausos; por supuesto, entre ellos está la endiabladamente deliciosa protagonista del musical 'Hello, Dolly!', una costosa aventura empresarial que la cubrió de felicidad pero les dejó, a ella y a Marsó, sin un duro que llevarse a la boca. Una aventura cuyo punto y final tuvo lugar, precisamente también, en el Romea de Murcia, el 7 de marzo de 2003.
«¡Anda que no me va a costar quitarme de encima el personaje de Dolly, que enamoraba a todo el mundo! Y ahora ya me ves, ¡soltera a mi edad! (risas). Pero me gusta no acomodarme, no estarme quieta, siempre me ha ido el riesgo, hijo mío, siempre sin tener muy claro qué será de mí mañana», indica. «Del personaje de Dolly -añade- me quedé con esas ganas suyas de tener felicidad para repartirla, pero sin olvidarme de que lo primero es ser feliz uno mismo. Hay que empezar por uno mismo, porque de lo contrario qué vas a repartir», dice.
Fue Teresa de Jesús a las órdenes de Josefina Molina, y volvió a vestirse de monja en 'Inés desabrochada', una de las obras que Antonio Gala escribió para ella. «Ahí estaba yo, vestida de monja pero diciendo unas cosas tremendas en el escenario. Recuerdo que un día me llamó Luis García Berlanga para decirme que me había visto en la tele vestida de monja, y que a él lo que le gusta era verme las piernas y que llevara tacones. Y yo le dije, «pero Luis, hay que hacer otras cosas, ni tienes que aburrirte tú ni aburrir a los demás».
Con fama de buena compañera, la adoran desde Manolo Escobar al lucero del alba, ha sabido siempre manejarse respetuosamente entre gentes de diversas ideologías sin renunciar a la suya. Concha Velasco suele decir casi siempre lo que piensa bien alto y bien claro, con el lunar lo más visible posible y la mirada de frente, limpia y refrescante.

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