miércoles, 13 de octubre de 2010

La tertulia permanente del Café Gijón

In memoriam

"Nos quedamos muy huérfanos. Es como si los bombillos más luminosos del Café Gijón se fueran apagando. Era gozoso llegar a la mesa de Manolito". Lo dijo ayer el actor Juan Diego. Manolito es, claro, Manuel Alexandre, posiblemente el cliente "más antiguo" del centenario café literario, según José Bárcena, relaciones públicas del Café Gijón.

Tan antiguo que todo el mundo parecía haber compartido un buen momento con Manuel Alexandre en el local del número 21 del madrileño Paseo de Recoletos. El actor Sancho Gracia, que trabajó con Manuel Alexandre en la mítica función televisiva de Estudio 1 Doce hombres sin piedad, recordó ayer que compartió "muchos ratos" con Manuel Alexandre en el café.

De la mano de Fernán

Manuel Alexandre empezó a ir a la tertulia del Gijón en 1942, acompañado de su inseparable Fernando Fernán Gómez, uno de los hombres claves de la historia del local: en 1949, el actor creó el premio de novela corta Café Gijón, que ganó César González Ruano en su primera edición.

Alexandre se dejaba caer por el café, inaugurado en 1888, casi todas las tardes. Antes de él habían disertado allí sobre lo divino y lo humano figuras claves de la cultura española como Santiago Ramón y Cajal, Benito Pérez Galdós, Ramón María del Valle-Inclán y Federico García Lorca, que compartió tertulia con el torero Ignacio Sánchez Mejías. Después de la guerra, también se hicieron habituales Camilo José Cela, Enrique Jardiel Poncela y Eugenio d'Ors.

Cuenta la leyenda que en los años veinte, con la popularización del cine y la instalación de la calefacción urbana, algunos visitantes del Gijón profetizaron que los cafés tertulia tenían los días contados. Pero la tertulia del Gijón aguantó las embestidas de la modernidad y siguió abriendo sus puertas durante los siguientes noventa años. Ahora el popular local tendrá que recuperarse de otro golpe: la pérdida de Manuel Alexandre, su cliente más fiel y antiguo.

José Bárcena recordaba ayer unas palabras de Manuel Alexandre pronunciadas un día en la tertulia del Gijón que, según algunos de los que pasaron las tardes allí charlando con Manolito, podrían servir perfectamente para su epitafio: "La gente feliz hay que buscarla entre los optimistas porque saben mirar el lado bueno de la vida".

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