lunes, 13 de septiembre de 2010

Más artista que nunca

Concha Velasco se encontró con Madame Rosa, la anciana ex prostituta protagonista de «La vida por delante», y se sintió seducida por esa mujer al borde de la muerte. Incluso llegó a anunciar hace unos meses que éste sería su último trabajo sobre un escenario. Ya no está tan segura de ello, pero su fascinación por Madame Rosa sigue intacta.
—¿Qué ha significado para usted «La vida por delante»? Da la sensación de que no ha sido un personaje más...
—No ha sido solo un personaje, sino una declaración de principios. Si tuviera que definirme como persona, diría que estoy de acuerdo en todo lo que dice Madame Rosa y en todo lo que quiere hacer.
—¿Madame Rosa ha cambiado mucho a Concha Velasco?
—Me ha vuelto más reivindicativa de lo que ya era. Siempre he sido valiente, consecuente y atrevida, pero me doy cuenta ahora de que para transmitir la felicidad a los demás debes de ser feliz tú, y eso es lo que hace Madame Rosa.
—¿Ha trabajado mucho para ser feliz?
—Llevo toda la vida educándome para serlo... Estudiando para ser actriz, para ser mejor persona, para querer a los demás... Hago ejercicio para no tener envidia de esas grandes actrices que veo en el teatro. Y ahora estoy estudiando para ser vieja y para morirme. Siempre he tenido terror a la muerte, pero ahora estoy incluso preparando mi entierro; se lo quiero dejar por escrito a mis hijos. La vida es nacer y morir, y tienes que acostumbrarte a ese hecho irremediable. Para lo único que no estoy preparada es para estar enferma. Me asusta más el dolor que la muerte... Aun así no estoy, como mi personaje, preparada para la eutanasia.
—¿Todas estas reflexiones personales han llegado a raíz de la obra o estaban ahí y «La vida por delante» las ha avivado?
—No son nuevas. Los textos no se eligen así como así. Yo no lamento nada de lo que he hecho en mi vida profesional; nadie me ha
puesto nunca una pistola en el pecho para elegir un proyecto. Lo único que lamento es lo que haya podido hacer mal como persona, y hago examen de conciencia constante. Pero profesionalmente estoy encantada de mi carrera, de cómo empecé y adónde he llegado... Y ésta era la obra que yo quería hacer.
—¿Era un texto que le hacía falta?
—Las mujeres mayores no interesamos a nadie... Y en el cine muy poquito. A mí no me gusta verme de joven; en mi casa no tengo fotos mías, tengo fotos de mi familia, porque como a toda mujer me da pena envejecer. Y lucho contra eso. Cuando me llegó «La vida por delante» me habían ofrecido hacer «La carta», pero me parecía un personaje muy parecido a la Carmen Orozco de la serie «Herederos». Tenía la idea de interpretar los dos monólogos de Cocteau, «La voz humana» y «El bello indiferente». Pero cuando me llegó «La vida por delante» me quedé fascinada. Y supe que era lo que tenía que hacer.
—Con José María Pou.
—Vi «La cabra» tres veces y le odié por no haberme dado el papel que hizo Mercé Aranega (todavía tengo la capacidad de admirar, y ella es una actriz maravillosa). Y el que mejor le podía sacar a este texto terrible la ironía, la gracia y la emoción era Pou. Cada vez admiro más a los directores que saben más que yo, porque yo sé mucho, pertenezco a una generación en la que leíamos y estudiábamos mucho; ahora la gente joven, en ese sentido, no está igual de preparada. Y he trabajado además con los mejores. En España se ha hecho siempre muy buen teatro: Marsillach, Fernán-Gómez, Alberto Closas, José Luis Alonso, Tamayo, Luis Escobar... En tiempos de crisis se hace buen teatro, porque no necesita de grandes montajes —¡odio los grandes montajes!—; la crisis puede que sea buena para la literatura y para el arte. Es para lo único que puede ser buena.

No hay comentarios:

Publicar un comentario