lunes, 15 de noviembre de 2010

EL SUEÑO FINAL, por Concha Velasco

Está entre los tres cineastas más grandes de la historia junto a Fellini y Billy Wilder, la historia del cine que no se entendería sin él y sin el legado que nos deja, que es inmenso y único. Su muerte no es sólo importante para el mundo de la interpretación en España, sino para el mundial. ¿Quién no conoce a Berlanga? ¿Quién no se ha sonreído con su ironía tan fina o reído a carcajadas con sus disparates?

Su influencia va más allá del objetivo de una cámara de cine, mucho más, traspasa el plano y se cuela por derecho pleno en el mundo de la cultura, de esa que se escribe con letras mayúsculas y que queda impresa en los libros. No me esperaba su fallecimiento, había hablado con la familia, a la que quiero de manera especial, hace muy poquito y había quedado en ir a verlos en unos días. Me parece imposible que haya ocurrido. Cómo es la vida.

Qué fortuna la mía poder trabajar con él en su última película, «París-Tombuctú», que yo creo que él sabía era su testamento final. Fue una maravilla pasar junto a él todo el día, poder observarle, tenerle tan cerca, empaparme y aprender de su magisterio en cada escena. Me di cuenta de que no me había desilusionado su genialidad al compartir con él tantas y tantas horas.

Poseía, además, todas las virtudes del ser humano, era un hombre tan bueno y tan inteligente... Siempre se rodeaba de actores de primera, y por eso yo albergué la ilusión de trabajar junto a él, desde que era casi una cría pequeña y él un señor muy importante, una ilusión que acabó por cumplirse y hacerse realidad. Ahora, lo que realmente me alegra y me satisface es haber podido estar a su lado y compartir con Luis una película. Era una ilusión que he podido cumplir.


Concha VELASCO

LA RAZÓN

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